La paradoja de la confianza

Una reflexión sobre el potencial de fútbol para promover valores positivos y contribuir a la construir un mundo mejor: una poderos herramienta para fomentar la confianza, respeto y la colaboración.

5/8/20245 min read

¿La tecnología penaliza la confianza? Algunos argumentan que sí, que al depender cada vez más de la tecnología, se desconfía del criterio del árbitro y se alimenta la sospecha de que siempre hay un error o una injusticia. Se pierde la espontaneidad y la fluidez del juego, y se da pie a debates interminables.

La paradoja de la confianza en el fútbol se agudiza al considerar la subjetividad inherente a muchas de sus reglas. A pesar de la búsqueda constante de precisión a través de la tecnología, el árbitro a menudo debe interpretar las reglas para tomar decisiones, lo que introduce un elemento humano y subjetivo que la tecnología no puede eliminar por completo.

Las propias Reglas de Juego reconocen explícitamente la subjetividad. Un ejemplo claro lo encontramos en la Regla 12, que trata sobre las faltas y la conducta incorrecta. En ella, se establece que se concederá un libre directo si, "a juicio del árbitro", un jugador comete una falta contra un adversario de manera imprudente, temeraria o con el uso de una fuerza excesiva. La expresión "a juicio del árbitro" es crucial, porque reconoce que la decisión de señalar o no una falta no es una cuestión objetiva, sino que depende de la interpretación que haga el árbitro de la acción.

Esta subjetividad es inherente al juego y esencial para mantener su "espíritu". Sin embargo, esta interpretación subjetiva es precisamente lo que genera controversia. Aunque los intercambios y debates forman parte del encanto del juego, el espíritu del deporte requiere que las decisiones arbitrales sean siempre respetadas. La dificultad radica en que la tecnología, como el VAR, puede proporcionar imágenes precisas, pero no puede eliminar la necesidad de interpretación.

Una posición de fuera de juego milimétrica puede ser objetiva, pero la decisión de si el jugador en posición de fuera de juego influyó o no en la jugada, en un adversario, sigue siendo subjetiva. Una falta puede ser evidente, pero la intensidad y la intención del jugador son igualmente cuestiones de interpretación.

Esta subjetividad inherente a las reglas, a menudo ignorada por aficionados y profesionales, es un factor clave que explica por qué la tecnología no ha logrado eliminar la polémica en el fútbol. A pesar de los avances tecnológicos, el juego sigue dependiendo, en última instancia, del criterio humano y de la confianza en la capacidad del árbitro para aplicar las reglas con justicia y en consonancia con el espíritu del juego.

Laloux: la confianza como motor de la evolución

En contraste, Frederic Laloux plantea en su trabajo “Reinventar las organizaciones” que la evolución de los modelos organizativos pasa por recuperar la confianza en las personas. En las organizaciones más evolucionadas (Teal), se confía en que los equipos se autoorganicen, que las personas tomen decisiones responsables y que todos estén alineados con un propósito superior. Se reduce la jerarquía, se eliminan los controles y se fomenta la transparencia y la colaboración.

¿Confianza radical o utopía ingenua? Laloux no niega que este modelo requiera un cambio profundo en la mentalidad de las personas y en la cultura de las organizaciones. Pero argumenta que los beneficios son enormes: mayor motivación, creatividad, compromiso y resultados.

Muchos empresarios y directivos dudan sobre la viabilidad de los modelos organizativos Teal, cuestionando si realmente pueden funcionar en el mundo real. Existe la preocupación de que renunciar al control jerárquico y empoderar a los empleados pueda conducir al caos o a la ineficiencia. Sin embargo, las organizaciones Teal pioneras están demostrando que, cuando se implementan correctamente, estos modelos pueden generar resultados espectaculares. Estas organizaciones se caracterizan por niveles más altos de motivación, creatividad y compromiso entre los empleados, lo que se traduce en una mayor productividad e innovación.

Aunque la transición a nuevos modelos como el Teal requiere un esfuerzo significativo y un cambio profundo en la mentalidad de los líderes y los empleados, la evidencia sugiere que la recompensa bien vale la pena, ya que estos modelos pueden desbloquear el potencial humano y crear organizaciones más exitosas y significativas.

¿Dos caminos divergentes?

Aparentemente, sí. Mientras que el fútbol parece ir hacia un mayor control y una menor confianza, la gestión organizacional, según Laloux, apunta en la dirección contraria: más confianza y menos control.

Sin embargo, quizás no sean caminos tan divergentes. Tal vez el fútbol, en su búsqueda de la perfección y la justicia, esté perdiendo de vista lo esencial mientras se profesionaliza: que es un juego, un espectáculo para disfrutar. Y quizás las organizaciones, al abrazar la confianza radical, deban velar y encontrar un equilibrio para evitar caer en la anarquía o la ineficiencia.

En ambos casos, la clave parece estar en redefinir el propósito y en fomentar una cultura donde la confianza no sea un acto de fe ciega, sino una consecuencia de la transparencia, la responsabilidad y el compromiso.

El impacto global del fútbol y su potencial sanador

Considerando que el fútbol es el deporte más popular del mundo, seguido por más de la mitad de la población mundial, jugado y seguido por personas de todas las edades y culturas, ¿qué pasaría si el fútbol recuperara esa esencia primigenia de confianza y juego limpio? Podría ser una oportunidad única para influir positivamente en el comportamiento humano a escala global. Si el fútbol, desde las competiciones más relevantes hasta el partido infantil en la aldea más remota, recuperarse el paradigma en base al que surgió y velara activamente por valores como el respeto mutuo, la deportividad y la confianza en el criterio del árbitro, ¿podríamos extrapolarlos a otros ámbitos de la vida y construir una sociedad más justa, colaborativa y armoniosa?

El fútbol, creo, con su enorme poder de convocatoria, podría ser mucho más que un simple juego: un catalizador para un cambio social positivo a nivel mundial. Y no olvidemos, en los tiempos de disrupción que vivimos, que aunque la tecnología avance, el fútbol seguirá dependiendo, al menos por un tiempo, del criterio humano y de la confianza en la capacidad del árbitro para aplicar las reglas con justicia y en consonancia con el espíritu del juego.

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El árbitro: de la necesidad al control absoluto

En sus inicios, el fútbol se jugaba entre caballeros que presumían de ser honestos y capaces de resolver sus diferencias. Pero a medida que el juego se popularizó y se hizo más competitivo, esa confianza se fue erosionando. Fue necesario determinar unas normas e introducir una figura externa, el árbitro, para garantizar el cumplimiento de las reglas y mantener el orden. Surge la figura del árbitro en el fútbol.

Con el tiempo, el papel del árbitro se ha vuelto más importante y complejo. Se le han dado más poderes, las reglas de juego se han multiplicado y con la evolución de la tecnología se ha recurrido a herramientas como el VAR (Video Assistant Referee) para tratar de minimizar los errores. Sin embargo, esto no ha hecho desaparecer la controversia, sino que la ha trasladado al terreno de la interpretación de las imágenes y a la discusión sobre si la tecnología está matando el "espíritu del juego".